Ausente

martes, 25 de febrero de 2014

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Y será verdad que cuando el pececito
está triste todo le va mal.
El sol se olvida de salir
y los pájaros no cantan más.
Los días son grises y
la calma del mar, ya no está.
El pececito se pregunta:
"¿dónde estará mi felicidad?"
Sabe que no es duradera,
no confía en la eternidad,
pero anhela la ilusión que enamora, 
aquella que te hace levitar.
El pececito ha cambiado,
se ha olvidado de bailar.
Ahora está serio y vacio,
siente que nada le puede llenar.
Sigue nadando día tras día,
sin saber que algo nuevo está por llegar...

Felicidad enmascarada

sábado, 15 de febrero de 2014

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Y el pececito se preguntaba....


"¿Por qué pasa el tiempo tan deprisa? ¿Por qué corres tanto? ¿Por qué no tengo control sobre ti? ¿Por qué los días son horas y las horas, minutos?"

Quizás, ahora, esté desaprovechando su tiempo, esté desperdiciando su vida. Al pececito le gustaría volver al ayer, poder exprimir su tiempo, sacarle su máximo jugo; pero, en ese ayer, sólo era consciente de que el tiempo pasaba cuando lloraba, la caída de sus lágrimas marcaban el ritmo de su reloj. Ahora, su reloj, había perdido el ritmo, su felicidad lo había vuelto loco, su reloj estaba descontrolado como caballo que baja a galope una inmensa montaña.

El pececito sentía que no tenía tiempo para hacer nada.

Tic, tac, tic, tac,.... su reloj marcaba un ritmo insuficiente para nuestro pececito, que sentía que necesitaba, más y más tiempo para poder reír; no consideraba que las carcajadas, sonrisas,... repartidas en una hora fueran suficientes, quería más y más instantes, instantes vacíos para llenarlos de su felicidad, felicidad desvocada, felicidad insana, loca, felicidad atemporal, porque no se había inventado instrumento alguno que fuera capaz de medir cuánto tiempo pasaba nuestro pececito feliz.