A simple vista, hombre y mujeres, son diferentes, pero la
palabra diferente implica desigualdad. Según la RAE, la palabra “desigual”
significa: Que no tiene la misma naturaleza, cantidad, calidad, valor o forma
que otra u otras personas o cosas, o que se diferencia de ellas en uno o más
aspectos. Cuando se dice que algo es desigual, lleva implícito consigo, una
comparación, por lo que una de las partes comparadas tiene que ser mejor que la
otra.
Pero, ¿cómo se resuelven las desigualdades entre hombres y
mujeres sin llegar a sobreponer un género sobre el otro? Desde el campo de la
ciencia y más concretamente, desde la neurociencia, se están haciendo grandes
avances para poder contestar a esta pregunta desde una perspectiva de género,
en la cual ningún sexo queda por debajo del otro.
Cuando decimos que la mayoría de los hombres son más altos
que las mujeres, no hay polémica, es algo evidente, y parece que esta
afirmación no ofende a (casi) nadie, pero cuando se hace la misma afirmación
para señalar las diferencias que hay, por ejemplo, en cuanto a las capacidades
mentales, que por alguna razón están relacionadas con la inteligencia, las
reacciones mundanas no son las mismas; se han encontrado diferencias en
procesamiento espacial, donde los hombres muestran más habilidad para rotar
mentalmente objetos, esta afirmación no significa que no haya mujeres hábiles
en esta capacidad, pero las curvas estadísticas son más favorables para ellos.
Pero estas diferencias no quieren decir que
los hombres sean más inteligentes que las mujeres, ya que los datos referentes
a inteligencia general son igual de favorables tanto para ellos como para
ellas.
En cuanto al juego, el cual es importante para el desarrollo
cognitivo del individuo, se ha comprobado mediante estudios de observación, que
ellos prefieren juegos de “niños” y ellas juegos de “niñas”, esto ha sido
incluso comprobado en monos, teniendo en cuenta su sexo y la preferencia por el
objeto elegido para el juego, donde se observan las mismas diferencias.
Por otro lado, hay datos que nos muestran que los hombres
eligen carreras profesionales más relacionadas con las matemáticas (lógica,
inferencia) y las mujeres carreras más relacionadas con las personas (cuidad,
trato directo). Pero esto, ¿se debe a una elección propia del individuo, por
ser individuo?, o ¿esta elección está contaminada por lo culturalmente
correcto, es decir, por lo que es más adecuado por ser hombre o por ser mujer?.
Aún no se ha encontrado una respuesta para estas preguntas que esté
fundamentada en datos objetivos, por lo que el tiempo y la igualdad de
oportunidades por la que se lucha en la actualidad darán la respuesta.
Es evidente que hay diferencias entre hombres y mujeres, hay
diferencias anatómicas; por un lado están las físicas, evidentes a simple
vista, y por otro lado están las diferencias anatómicas cerebrales y la
actuación de las hormonas en uno u otro sexo. De alguna forma estas diferencias
se manifiestan en el comportamiento de unos y de otras, pero, dejando a un lado
datos “objetivos”, hombres y mujeres somos iguales, en cuanto a que tenemos
derecho a elegir y optar por las mismas oportunidades.
Lo ideal, desde mi punto de vista, sería utilizar e indagar
en las diferencias entre sexos para utilizarlas de forma útil, es decir, para
poder beneficiarnos de dichas diferencias, por ejemplo en la rehabilitación de
daños cerebrales, teniendo en cuenta que hay diferencias en el cerebro a nivel
anatómico la rehabilitación de éste podría ser diferente.
Para concluir, hay que decir que todas las diferencias
anteriormente nombradas no justifican la discriminación social que se da en
nuestra sociedad hacia el papel de la mujer. Todas las culturas, incluida la
nuestra, exageran dichas diferencias, creando estereotipos de género que
confunden patrones psicológicos con modelos culturales. El papel de la mujer en
nuestra sociedad ha estado muy sesgado por los estereotipos de mujer cuidadora,
ama de casa, lo cual limitaba su desarrollo laboral fuera del hogar. Hoy en día
esto está cambiando, el modelo de familia se ha modificado en los últimos años
y la mujer tiene la necesidad de salir a trabajar fuera, de desarrollarse como
persona trabajadora para satisfacer sus deseos más allá de sus necesidades.
Somos diferentes anatómicamente,
pero nuestras diferencias
pueden acercarnos a conseguir la equidad social.
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